lunes, 30 de noviembre de 2009

Reflexión de fin de año

Siempre, al iniciar un nuevo año debemos dedicar un tiempo a revisar nuestras acciones y así poder poder discernir si se llegó a cumplir objetivos planteados.
Para ello debo observar, en primer lugar actitudes tanto de los jóvenes como de quienes tenemos el compromiso de acompañarlos y conducirlos. Muchas veces nos confundimos en las reacciones, dejando que la irreflexión nos marque el camino: esto desestabiliza al estudiante que ya se encuentra confundido por carencias afectivas o de otra índole. No se si reparamos en el daño que se hace a los demás. Indudablemente todos tenemos una carga emocional que tiene relación con nuestras vivencias fuera del lugar de trabajo: incomprensiones, falta de apoyo, irrespetos y una larga lista que involucra a la familia y todo lo relacionado con el medio que nos rodea hasta llegar al establecimiento.
Pero eso es nuestro bagaje, no podemos trasladarlo a otros que, en este caso son los mas vulnerables. Hacia ellos sólo podemos volcar lo positivo, lo que los va a ayudar a crecer, lo que les va a devolver la credibilidad en los adultos, aquello que les va a abrir ventanas de esperanza que le permita creer en el mañana.
Somos llamados a ser profetas de esperanza siendo leales a nuestros principios y transparentes en nuestros actuares. Auténticamente cristianos.

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